PARTE III: NEUROCIENCIA Y NEURODERECHOS

Klaus Schwab, en su libro “La cuarta revolución industrial”, menciona que “en los últimos años, dos de los programas de investigación más financiados del mundo pertenecen al ámbito del cerebro”. Los desafíos en esta materia —afirma— no serán técnicos, dado que la ciencia avanza a pasos agigantados en este terreno, sino más bien, los desafíos serán regulatorios, jurídicos y en última instancia, éticos.

 

El cerebro es quizás el órgano más explorado del cuerpo humano y aun así el menos comprendido. La infinidad de misterios aún no resueltos que se relacionan a su funcionamiento ciertamente constituye un inquietante desafío para los científicos. El mecanismo y las funciones cerebrales tienen la potencialidad de estudiarse multidisciplinariamente, ya sea desde el campo de la teología, la filosofía, la biología, la psiquiatría, de la psicología, y hoy en día, desde el campo de la neurociencia.

La habilidad metafísica que tiene el cerebro para transformar pensamientos en impulsos eléctricos y los impulsos eléctricos en movimientos mecánicos en toda la extensión del cuerpo humano, no son nada comparables a la facultad que éste tiene para dirigir las decisiones individuales que moldearán las acciones y las consecuencias en las vidas y el destino de las personas. Un pensamiento que está contenido en algún lugar del mundo invisible, se convierte en cosa de segundos en una cadena de conexiones eléctricas que dan paso a la materialización de este, ya sea para elegir el almuerzo del día, la inversión más rentable o la selección de una persona de entre muchas opciones para formar pareja en alguna aplicación de citas.

Las emociones y los sentimientos de un individuo juegan, además, un rol importante en los designios de una nación cuando éstos interactúan en forma agregada. Las decisiones financieras de una familia, la elección de un vecindario para vivir, el colegio de los hijos, la educación y la capacitación laboral dependen en gran medida del cúmulo de experiencias y vivencias de cada persona, así como también del deseo inmediato que emana de alguna sensación de conformidad o pleno convencimiento respecto de la decisión que se quiera tomar. El concepto del homo economicus que da lugar a la teoría de la maximización del bienestar, indica que el ser humano toma decisiones racionales para conseguir una utilidad mayor minimizando al máximo los costos. Aunque esta teoría ha sido echada por tierra gracias a los estudios realizados por Herbert Simon (1945), donde plantea que en verdad el ser humano se comporta mas como un homo administrativus, resulta evidente que nadie en su sano juicio podría tomar conscientemente una decisión que le lleve a obtener resultados negativos, a menos que la voluntad se encuentre sometida a alguna especie de esclavitud forzada o no forzada, al uso de la fuerza física en su contra o la derivación emocional del que ejerce dominio sobre uno más débil, o a la subyugación de la voluntad del que una persona es víctima cuando se encuentra siendo extorsionada por alguien mas. Cabe preguntarse entonces si el avance científico y tecnológico conducirán en un futuro cercano a la generalización del uso de dispositivos que, a través del control remoto de las sinapsis neuronales, tengan la capacidad de influenciar en la toma de decisiones actuando en el sistema nervioso central, doblegando la voluntad del individuo, haciendo que éste tenga la ilusión de que sus emociones y sentimientos realmente le pertenecen.

Klaus Schwab, en su libro “La cuarta revolución industrial”, menciona que “en los últimos años, dos de los programas de investigación más financiados del mundo pertenecen al ámbito del cerebro”. Los desafíos en esta materia —afirma— no serán técnicos, dado que la ciencia avanza a pasos agigantados en este terreno, sino más bien, los desafíos serán regulatorios, jurídicos y en última instancia, éticos. Nos enfrentamos al cuestionamiento sobre lo que significa ser una persona humana y qué datos o información sobre nuestro cuerpo y nuestra salud deberían poder ser compartidos y cuáles no. Schwab afirma, además, que el avance en el campo de la ciencia genética levanta una serie de controversias respecto a la manipulación de las características físicas y mentales de las futuras generaciones. Los niños del futuro podrían ser creados “a medida”, pudiendo la ingeniería genética erradicar todo tipo de malformaciones y enfermedades hereditarias, junto con amplificar la capacidad intelectual de cada uno de ellos.

Lo anterior ciertamente parece fascinante desde el punto de vista del avance de la ciencia. Sin embargo, los gobiernos se enfrentarán al desafío de replantear el alcance e impacto de las regulaciones que pondrán los límites a los mercados de ingeniería genética, en cuanto a que las sociedades que protestaron con soberana tozudez respecto de las desigualdades en la distribución de la renta, se verían nuevamente amenazadas por otro tipo de oligarquía que pudiese dominar intelectual y económicamente por sobre aquellos individuos que no cuenten con la habilidad financiera de contratar estos servicios de mejora genética.

Los avances científicos en esta materia abren de par en par la puerta hacia otro tipo de aplicaciones no sólo en el ámbito de la salud humana, sino que además en el uso que puedan darle los organismos de inteligencia de las instituciones gubernamentales y la vigilancia en tiempo real de todos, o la mayoría, de los ciudadanos de un determinado país. 

Los aparatos y dispositivos que tienen el potencial de albergar nuestras emociones y nuestros gustos y preferencias, contienen una enorme cantidad de datos que reflejan nuestras inclinaciones a actuar de determinada manera, comprar un determinado tipo de bien o contratar ciertos servicios. Estos datos se almacenan en lo que se denomina “la nube”, que no es otra cosa que un potente servidor instalado en algún lugar del mundo, ya sea en Silicon Valley o en alguna ciudad de un país europeo. Lo cierto es que la información no se almacena en el cielo, o en una nube, sino en un espacio físico fuera de su propia casa. Esta enorme cantidad de información es como un gran tesoro para las empresas privadas y por qué no, también para los gobiernos. Desde los servicios de inteligencia, hasta los servicios públicos como la salud, educación y defensa, todos ellos necesitan todo tipo de información para gestionar de manera más eficiente los recursos. O al menos esa es la excusa. Los encargados de la ingeniería social tienen este secreto bajo siete llaves. Es por esta razón que el ex funcionario de la CIA y de la NSA (National Security Agency), Edward Snowden, se encuentra prófugo de la justicia norteamericana por revelar que el Gobierno Federal de ese país maneja a su antojo toda la información de sus ciudadanos, y que se sirven de las redes sociales para hacer conexiones entre personas sin mediar una orden judicial para realizar tal invasión a la privacidad. Esta violación a la vida privada se realizaría por medio de los programas de vigilancia masiva PRISM y XKeyscore. 

Si usted consiente voluntariamente para entregar todos sus datos en las redes sociales, ¿qué le hace pensar que sus pensamientos y emociones podrían estar a salvo en un mundo tan conectado cómo el que estamos viviendo? ¿Cómo cree que las agencias de seguridad nacional manejarán los datos que podrían ser extraídos desde su cerebro y sus pensamientos, o cuál podría ser el uso que le den o el destino de los mismos?

Neuralink y el transhumanismo: el dispositivo que conducirá a la transición humano / máquina

Elon Musk, el multimillonario empresario sudafricano y director de múltiples compañías en los rubros aeroespacial, aplicaciones digitales, automóviles eléctricos, inteligencia artificial, entre otros, ha anunciado que su dispositivo Neuralink, un chip que se implanta en el cerebro, estaría siendo testeado en cerdos para monitorear su actividad cerebral. La compañía que lo desarrolla se encontraba en su fase inicial en el año 2017 y se registró como una firma de “investigación médica” dado que las aplicaciones del Neuralink serían en extremo beneficiosas para la salud humana ya que podría ayudar a curar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o permitir que las personas con problemas neurológicos pudiesen vivir una vida más autónoma controlando, desde sus cerebros —en forma remota—, el computador, las tabletas o los teléfonos inteligentes como también hacer funcionar los electrodomésticos en el hogar.  Si este dispositivo efectivamente quedara relegado al uso estrictamente médico, ciertamente constituiría un salto tremendo en el avance de la medicina y en la calidad de vida de las personas que pudieran —financieramente— acceder a él. Sin embargo, Musk tiene también otro objetivo en mente: otorgar superpoderes a la raza humana; que las personas tengan la capacidad —por ejemplo— de guardar todos los recuerdos de toda una vida y eventualmente poder descargarlos y almacenarlos en algún disco duro.

Las posibilidades e implicancias que surgen de estas tecnologías, tanto del chip que se puede implantar en el cuerpo humano a través de una vacuna —por razones médicas—, como también el dispositivo Neuralink que se insertaría en el cráneo para poder conectarse e interactuar con los pensamientos de las personas, dan paso a lo que se conoce como transhumanismo

El transhumanismo, tal como lo indica el estudio “Transhumanism, medical technology and slippery slopes” de los investigadores M.J. McNamee y S.D. Edwards, “es una ideología cuasi-médica que busca promover una variedad de objetivos terapéuticos y de mejoramiento humano” (original en inglés, traducido por el autor). Otro escritor, Francis Fukuyama, el autor del libro El fin de la Historia y el último hombre (1992) ha dicho que considera al transhumanismo “la idea más peligrosa del mundo” y un “crimen en contra de la humanidad” ya que los gobiernos “reciben tentadoras ofertas sin darse cuenta que están incurriendo en un costo moral espantoso” (Fukuyama, 2009).

El problema que vemos aquí, es justamente uno de índole político y no médico, tal como hemos visto que ha sucedido en estos últimos 15 meses con el tema de la pandemia del SARS2. La vacunación masiva y otros tipos de implantes con fines “médicos” tiene el enorme potencial de transformarse en un asunto de control de la población. Al principio, el solo hecho de enterarnos que los gobiernos y las compañías privadas podrían tener la libertad —y la obligación— de monitorear la temperatura corporal de la población ya nos parecía un asunto de gravedad dada la violación de los derechos del ciudadano contenidos en esta acción. Sin embargo, poco a poco nos olvidamos de la enorme amenaza que esta práctica suponía y aceptamos con total rendición la generalización de su uso. Así, tímidamente, los gobiernos tantearon el terreno con el monitoreo de la temperatura corporal; luego, permisos de movilidad otorgados por Carabineros de Chile; a continuación, la aprobación del “Pase Verde” en el Congreso. A estas alturas, un ciudadano medianamente consciente de defender sus derechos más fundamentales se preguntará cuál será la próxima movida del gobierno. Al parecer, y para nuestra desgracia, los gobiernos latinoamericanos —seguidos de cerca por el gobierno comunista chino— se dieron cuenta que era más fácil de lo que imaginaban poder transar las libertades civiles de sus ciudadanos a causa del temor que provoca la pandemia. Todo esto en nombre de la ciencia y la salud pública.

Neuroderechos en la Constitución de la República de Chile

A estas alturas el lector creerá que estamos tratando con teorías conspirativas y ciencia ficción. Sin embargo, si esto fuera nada más que un invento producto de una mente muy imaginativa, la Universidad de Chile no estaría tratando el tema en términos científicos. Una publicación de Francisca Siebert (2019) en la sección de noticias del apartado Ciencia y Tecnología del sitio web de dicha casa de estudios, lo pone de este modo:

“A la par con el avance de las neurociencias y la tecnología, la manipulación de nuestro cerebro aparece como un inevitable, y como tal, no son pocos quienes advierten que ya llegó la hora de debatir sobre su resguardo. Nuestros pensamientos, capacidades, personalidad y poder de decisión, están el centro de esta discusión, en la que nuestro país no se queda atrás sino todo lo contrario: un grupo interdisciplinario de expertos trabaja en una propuesta que convertiría a Chile en el primer país del mundo en levantar un marco ético y legal respecto a esta materia”.

Es por esta razón que la información contenida en estos servidores merece ser defendida y protegida y como un derecho humano. Se suman, entonces, a los derechos tradicionales, cinco neuroderechos inalienables: la privacidad mental, la identidad personal, el libre albedrío, el acceso equitativo y la no discriminación en el acceso a las neurotecnologías.

Chile ha sido el primer país del mundo en promover una legislación que se ocupa de la amenaza y los riesgos de la neurotecnología, como lo es la pérdida de la privacidad mental. A pesar de encontrarnos en una época de nuestra historia caracterizada por la polarización política y social, no ha sido el caso respecto a este tema en particular. Distintos actores del mundo científico, académico y político se han podido poner de acuerdo en tratar esta temática y lo han hecho con premura. Rafael Yuste, investigador español, profesor de la Universidad de Columbia y promotor de la Brain Initiative junto al Senador Guido Guirardi, estaban confiados en que el Parlamento chileno aprobaría esta ley. Y así ha sido. El Senado aprobó la modificación constitucional que “pretende proteger la integridad  la indemnidad mental con relación al avance de las neurotecnologías, … marcando un hito histórico” (Senado, 2021).

Nos acostumbramos a escuchar de parte de intelectuales y académicos sus análisis políticos, geopolíticos y económicos. Sin embargo, está surgiendo la necesidad de un nuevo tipo de análisis; el de la influencia de la biotecnología en el devenir de las naciones. La privacidad de los ciudadanos comenzó a verse amenazada con el inicio de Internet y el auge de las redes sociales. Mucha de esta pérdida de privacidad es responsabilidad del individuo que decide mostrar su vida abiertamente para conseguir unos cuantos likes. Empero, desde el inicio de la pandemia hasta ahora, la toma de la temperatura corporal que se les realiza a las personas para ingresar a una panadería a comprar el pan o a los estudiantes a la entrada de los colegios, se ha convertido en la norma de la sana convivencia. No nos hemos detenido a pensar en los efectos colaterales que estas prácticas supondrán en la vida diaria de los miles de millones de personas que desean volver a la normalidad a la que estábamos acostumbrados y a vivir y trabajar tranquilos. Es aquí donde la biotecnología va a jugar un rol central dentro del escenario geopolítico, y es por eso que justamente Chile ha dado un paso adelante respecto de los derechos que tenemos los ciudadanos de resguardar la información contenida en el cerebro.

La pregunta que debemos hacernos es cuánta información privada a nivel neuronal seremos capaces de entregar voluntariamente a las autoridades de un país a cambio de unos cuantos beneficios estatales y sociales. Cuánto falta para que en Chile adoptemos, casi sin resistencia, el sistema de crédito social chino donde el Estado te premia por ser un buen ciudadano por estar dispuesto a compartir abiertamente los saldos en las cuentas bancarias y el patrimonio personal con el fin de poder optar a las mejores viviendas, los mejores puestos de trabajo y los mejores colegios para tus hijos. Qué y cuánta información alojada en lo más recóndito de tus pensamientos estarías dispuesto a compartir con las autoridades de gobierno para tener acceso a los mejores asientos de un avión o a los sectores VIP en un restaurante de moda.

Sin duda, la pandemia ha revelado algo del comportamiento humano: mostramos una excesiva confianza en la ciencia y en nuestros gobernantes. Es hora de que seamos un poco más escépticos respecto de las intenciones de aquellos que dicen pretender lo mejor para la raza humana y, sin embargo, demuestran con sus acciones que lo único que desean es despojarnos de todo lo que nos hace humanos.

Palabras finales: La corrupción también se encuentra presente en la ciencia

En 1954, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (National Institute of Health, NIH) le solicitó a la Dra. Bernice Eddy que dirigiera un testeo de la vacuna contra el virus de la polio desarrollada previamente por el Dr. Jonas Salk. Lo que ella descubrió fue escalofriante: la vacuna fue aplicada a 18 macacos que quedaron paralizados después de recibir la inoculación con el virus activo de la polio. La Dra. Eddy advirtió esta reacción a sus jefes, sin embargo, desestimaron su preocupación. La distribución de esa vacuna produjo el mayor brote de polio en la historia. Los oficiales de la salud infectaron a 200 mil personas con el virus activado de la polio: 70 mil se enfermaron, 200 niños quedaron paralizados y 10 murieron. En 1961, la misma doctora descubrió que el virus que causaba cáncer en los macacos, el SV40, había contaminado 98 millones de dosis de la vacuna contra la polio del Dr. Salk. Cuando ella inyectó el virus SV40 en hámsters recién nacidos, éstos se llenaron de tumores. La Dra. Eddy entonces hizo ver a sus colegas el enorme daño potencial que la distribución de estas vacunas podría causar; pero, en vez de recibir elogios por su descubrimiento, los oficiales del NIH prohibieron que siguiera con su investigación y le asignaron otras tareas. Luego le prohibieron hablar del tema en público, ya sea en charlas en las universidades o a la comunidad científica.

En total, 98 millones de norteamericanos recibieron la vacuna que contiene el virus SV40 que produce cáncer. En 1996, investigadores del gobierno analizaron muestras en la población adulta y vieron que el 23% de la población contenía el virus SV40 en la sangre y un 45% en el esperma. El 6% de los niños nacidos entre 1980 y 1995 están infectados. Las personas que fueron vacunadas al nacer con la vacuna de la polio infectada con el virus SV40 fue la generación “Baby Boomer”, en los cuales un 70% ha presentado un cáncer de piel, 66% ha presentado linfomas y cáncer de próstata y un 34% cáncer en el cerebro. Antes de la década de los ‘50 los mesoteliomas eran raros en humanos, hoy en Estados Unidos se diagnostican 3000 casos al año, de los cuales un 60% fueron causados por el virus SV40.

El NIH se demoró 40 años en admitir el “error” inicial. Esto es lo que se conoce como “riesgo moral” ya que las personas que causaron el daño no son los que sufrieron las consecuencias del mismo. Otros casos de científicos baneados en sus investigaciones abundan en la literatura científica, sin embargo, debido a la extensión de este artículo, animamos al lector a que haga su propia investigación de este tema.

Al contrario de lo que la opinión popular afirma, la ciencia no es inmune a la corrupción. Los grandes corporativistas del sector farmacéutico cuidan sus intereses económicos tal como lo hacen las demás empresas multinacionales alrededor del globo. La Dra. Judy Mikovitz (2020) en su libro Plague of Corruption lo expresa de este modo:

“La plaga de la corrupción es enorme y abarca muchas áreas de nuestra existencia diaria: científica, médica y política. Las compañías farmacéuticas han corrompido la ley en relación a la vacunación, y los medios corruptos han envenenado la mente del público. La gente no se hace esta simple pregunta: si las vacunas son tan seguras como el agua azucarada, ¿por qué las compañías farmacéuticas necesitan tener total inmunidad financiera y estar protegidas por un batallón de abogados del Departamento de Justicia de los Estados Unidos?” (original en inglés, traducido por el autor).

La respuesta que ella ofrece dice relación con la importancia que tienen las farmacéuticas en la economía norteamericana por ser una de las industrias más grandes y que más aportan a la recaudación tributaria. Además, es la industria que posee más lobbistas que todos los senadores y congresistas en conjunto, por lo tanto, controlan las agencias federales que la Constitución de los EEUU —con todos sus checks and balances— justamente juraron proteger. 

Este artículo fue escrito con el objetivo de unir las piezas de este gran rompecabezas para presentarlas al lector en orden coherente. No hay duda que la cantidad de información disponible que existe en Internet y en la literatura científica es escandalosamente abrumadora, por lo que, aunque hubiésemos querido incluirla toda, no hubiésemos podido hacerlo. El lector tendrá que tomar la decisión de considerar la evidencia aquí expuesta o, por el contrario, desechar la idea de estar enfrentados a la mayor conspiración de la historia de la humanidad para conseguir tener el dominio mundial. Aún contamos con la libertad para poder presentar este tema de la manera que lo hacemos, pero, ¿cuánto tiempo pasará antes que nos encontremos de frente a lo que parecía ser un futuro distópico digno de las novelas de George Orwell o Ray Bradbury?

 
 

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