ESPAÑA PARA LA NUEVA DERECHA

 

Hace ya un tiempo se ha hablado del nacimiento de una nueva derecha. Esta última, alejada de las lógicas actuales de un sector político entreguista, más llana a claudicar ante la avalancha cultural de la izquierda, escasa de estudios humanistas, de respuesta fácil solo atingente a pormenores económicos y carente de orgullo, se aproxima a momentos de concreción y diferenciación, necesarios para lo que se viene hacia adelante. Ya se han ido perfilando contribuciones intelectuales sobre el asunto, incluso en Chile con La nueva derecha. Una alternativa en curso (2020)(1), conjunto de ensayos que analizan los derroteros de la derecha y los elementos que puede incorporar, tanto como los que no, para levantarse contra la marcha de la decadencia occidental promocionada por la izquierda. Algo parecido, aunque con cierta profundidad filosófica intencionada, intenté yo con la publicación de mi propio libro Girar a la derecha. Lineamientos para una reacción del sector (2021)(2). Sin embargo, en toda campaña, muchas veces hay elementos ilustrativos, fuentes, ejemplos, lecciones que pueden ser tomadas para asegurar el éxito del movimiento. Uno de estos es el legado español, en su sentido más amplio del término, aunque específicamente quisiera referirme a la claridad conceptual, las lógicas económicas y a la postura existencial que planteó en su momento a la opción del nihilismo.

De este modo, este ensayo argumentará que existen elementos valorables de España al momento de construir la nueva opción de la derecha, no sin antes discutir la postura anti hispanista. Así, por un lado, abogaré porque se tome la claridad conceptual del Castellano para entender el cómo las nuevas terminologías de la izquierda derridiana se han ido adoptando tan fácilmente y cómo la primera puede servir de salvaguarda contra la última. Por otro lado, se pueden comprender las lecciones de la Escuela de Salamanca para erigir un cuerpo de doctrinas o, al menos, un conjunto de recetas económicas bien planteadas desde nuestro sector. Y, por último, y quizá la más importante, la justificación de una posición ante la vida, una confrontación con el absurdo y su nihilismo, base ética y existencial de nuestra opción política.

Desde hace mucho tiempo, especialmente durante el período de la Independencia, pero de origen muy anterior, existe el anti hispanismo. La gloria del Imperio Español no pasó desapercibida. Desde el regreso de Granada a España en 1492, la corona española, de la mano de Isabel la Católica (1451-1504) y Fernando de Aragón (1452-1516)(3), tomó un rumbo de éxito y expansionismo. La llegada de España a América cimentó lo que serían años de riqueza, pero las potencias extranjeras envidiaban. Piratas financiados con dineros ingleses, franceses y de otras potencias, asolaron las aguas de América y la denuncia de supuestos regímenes genocidas por parte de España en sus territorios de Indias fueron construyendo la leyenda negra que pesa sobre el prestigio del país ibérico en nuestro territorio(4).

De todo lo dicho, hay ejemplos concretos, tanto históricos de importancia en nuestro país, así como actuales a nivel mundial.

Por un lado, nuestro filósofo José Victorino Lastarria hizo eco de esta España caricaturizada en plena primera memoria histórica de la Universidad de Chile en 1844. Su presentación se titulaba “Investigaciones sobre la influencia social de la Conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile” y en ella el rancagüino caracterizaba al legado español como uno de los más nefastos sobre la tierra, sin parangón alguno hasta entonces. Con la misma impronta volteriana contra la Inquisición(5), reclamaba el olvidado filósofo chileno(6) que, tras tres siglos de historia, la Colonia solo había preparado a un ser chileno abúlico, acostumbrado a la quietud intelectual. Incapaz de visualizar las cadenas a las que estaba sometido, el Chile colonial no propendía a su independencia e, incluso, se resistió a la misma por su precisa configuración social, quitada de bulla y de grandes hazañas. Es precisamente por esa configuración caracterológica, esa constitución social o identidad tan ibérica, acostumbrada a rendir pleitesía al Rey y a la Iglesia, legado español inequívoco de nuestro ser, que el proceso de Independencia fue tan difícil y, por lo cual, los protagonistas de esta fueron en realidad, diría posteriormente en “Bosquejo histórico de la Constitución del gobierno de Chile” (1847), unos héroes. Los próceres de la patria no solo se enfrentaron con los ejércitos españoles, sino que, asimismo, con el carácter pusilánime del chileno. Toda esta realidad llevaría al posteriormente diputado de la República a reclamar y dedicar una vida política a la reforma y a denunciar que los sucesivos gobiernos durante la así llamada “República Conservadora” (1831-1861) no eran más que un freno que volvía a aplicar esquemas autoritarios para impedir la reforma del espíritu. Su obra literaria “Don Guillermo” (1860) no es sino eso: una observación alegórica de los peores vicios de legado español proyectados en el orden conservador, taras de nuestra idiosincrasia que configuran, de algún modo, un infierno dantesco.

Por otro lado, también podemos atestiguar observaciones actuales sobre el legado español y sus vicios. Los economistas del MIT y de la Universidad de Harvard respectivamente, Daron Acemoglu y James Robinson, publicaron en 2012 “Porque fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, una obra de gran impacto. En ella, los economistas explicaban que el origen de la prosperidad se relaciona con los incentivos que generan las instituciones, por lo que, a grandes rasgos, un país exitoso era aquel que era capaz de incorporar instituciones inclusivas que buscaran la innovación tecnológica, fomentaran la inversión, la participación democrática amplia, y las oportunidades para que todos los ciudadanos pudieran desarrollar sus talentos. Descartando otras explicaciones como la raza, la ubicación geográfica, el clima o la cultura existente, explican los autores que las derivas institucionales se han debido especialmente a trayectos históricos divergentes en que determinados países han aprovechado la coyuntura histórica, la ventana de oportunidad que se abre en precisos momentos de la Historia, para incorporar estas instituciones y que, aquellas que no lo han hecho, sufren las consecuencias propias de existir amarrados a instituciones extractivas que nos les permiten despegar, en tanto una élite se aprovecha de las mismas para amasar poder e influencia, dejando a los demás ciudadanos a la intemperie(7). En ese sentido, para el caso de América, los economistas analizan la encomienda como sistema de trabajo legado por los españoles. La entrega de indígenas a los capitanes españoles para trabajar en los terrenos otorgados durante los procesos de conquista era lesiva para los primeros, y no necesariamente la mejor manera de producción(8). Por supuesto, las riquezas exiguas producidas se la quedaban los españoles quienes, además, construyeron un sistema en que no existía la participación política en ningún nivel. Todo ello repercutiría en que, a pesar del proceso de Independencia americano, los legados institucionales españoles quedaran instalados como vicios difíciles de subvertir, lo que explicaría el pobre desempeño económico en América Central y Sudamérica, en general.

Con todo, es evidente que los legados históricos no son incontrovertibles ni mucho menos se les puede endilgar todo tipo de vicio o corrupción.

El gran filósofo venezolano Andrés Bello, primer rector de la Universidad de Chile y quien le había pedido a Lastarria escribir dicha memoria tan controversial, contra argumentaría en un escrito titulado de igual manera que el trabajo presentado por el filósofo chileno, publicado en el diario El Araucano en 1844, que no solo exageraba respecto de los crímenes españoles, haciéndolos ver como especiales, cuando no superaban lo que cualquier otra potencia del momento hiciera con sus terrenos ultramarinos, sino que trasladaba –diríamos proyectaba- los vicios propiamente humanos a un sistema político en particular. Incluso, argumentaría el venezolano, Lastarria no se daba cuenta que precisamente ese carácter, ese legado idiosincrásico chileno y, a grandes rasgos, americano, debía ser tomado en cuenta al momento de pretender desarrollar un sistema distinto, un diseño institucional que abriera el camino hacia una concreta independencia. Y no solo eso. Bello recalcaría que, si fueran otros los que hubieran gobernado, aquellos inspirados y justos, estos serían tan viles como los españoles.

Por otro lado, hay que recordar que la leyenda negra, que tan en ascuas puso a los americanos sobre el legado español en nuestro territorio, resalta yerros que los mismos promotores de las mismas cometieron en otros lugares del mundo. A pesar de las evidentes ventajas que trajo consigo la civilización de territorios en África y Asia, como nos diría Niall Ferguson, también reconoce el historiador inglés las equivocaciones morales que las potencias tuvieron en dichos territorios. En particular, en su libro Empire: Cómo Gran Bretaña hizo el mundo moderno (2003). En este, el pensador inglés recalca cómo el Imperio Británico fue un motor de progreso inigualable. La potencia creadora de la industrialización provocó cambios que hasta hoy podemos agradecer. Pero, sumado a ello, el historiador sabe que dicho camino no fue intachable y que se cometieron muchos abusos respecto de la esclavitud de negros e indígenas en las distintas zonas colonizadas por los ingleses. Sobre el caso francés, suficiente es reconocer que muchas de las denuncias del filósofo Jean Paul Sartre, aunque marxistamente motivadas, eran ciertas(9).  

Además, en particular, respecto de lo planteado por Daron Acemoglu y James Robinson en su libro ya mencionado, si los legados históricos fueran totalmente deterministas, entonces ningún país de influencia española habría salido del círculo vicioso de las instituciones extractivas tal y como las definen. A mayor abundamiento, para dichos economistas Chile sería un ejemplo de lógicas inclusivas que permitieron el despegue y posterior desarrollo económico y político del país(10). De este modo, no parece ser que las instituciones legadas por los españoles sean la piedra de tope para el desarrollo. Hitos o coyunturas históricas han existido, como lo fue el Régimen de Pinochet y las sucesivas reformas que se hicieron al modelo de desarrollo económico, político y social. En palabras del José Luis Daza, íbamos por buen camino con esas reformas(11). No obstante, aquello, hoy, a todas luces, retrocedemos.

En conclusión, el anti hispanismo, más allá de obsesiones particulares, no es suficiente para justificar el atraso de los países que estuvieron bajo su influencia. Por lo mismo, su ejemplo, sus personajes, filósofos e influencias pueden ser tan válidas como cualquier otra fuente para erigir un armazón conceptual para la nueva derecha. Paso a establecer qué elementos pueden ser tomados en cuenta para lograr el mencionado objetivo.

Por un lado, está el Castellano. Hoy en día estamos sumidos en una andanada intelectual que ha fijado su leit motiv en la transformación del lenguaje. Siguiendo la sospecha nietzscheana que argumenta, tras las palabras, habría profundos esquemas de opresión, una historia de control ideológico, siguiendo al filósofo francés Jacques Derrida, la izquierda ha querido subvertir el orden trastocando las lógicas y el sentido de las mismas. En ellas, argumenta el pensador francés, se esconden intentos imperialistas de significado, el más evidente, el concepto del Ser. Que las cosas “sean” de una manera y no de otra y que todo el aparato conceptual filosófico occidental lo sustente, le parece una pérdida de libertad humana, una camisa de fuerza conceptual que ahoga. De este modo, todo el proyecto derridiano se erige sobre la idea de “deconstruir” el lenguaje filosófico y motivar a la revolución lingüística(12). Así, las nuevas hordas de la izquierda postmarxista y posmoderna utilizan el lenguaje como un arma, afectando el sentido común de las personas, hasta el punto que personeros de derecha ocupan sus conceptos en la prensa, conferencias o programas de radio, casi de manera inconsciente(13). La revolución de dicho sector es especialmente a través del lenguaje, pues sin lenguaje no hay ideas, y son ellas, su preeminencia, las que marcan a una época determinada.

En contrario, precisamente un filósofo español es quien nos ayuda en la comprensión de la raíz ontológica del lenguaje: Ortega y Gasset. La figura del español le otorga sustento a nuestra idea de que el lenguaje no es susceptible del uso político que se le da por la izquierda, al menos, no desde un punto de vista de su origen. Dirá el filósofo madrileño que el lenguaje nace de manera espontánea, en el encuentro de mi subjetividad con otro, con quien compartimos el significado de determinadas palabras que nos permiten unir destinos. Como describirá en El hombre y la gente (1957), no hay autoridades entrometidas en este proceso. Las palabras comunican y, en ese sentido, tienden puentes entre subjetividades. Es, eminentemente, un producto intersubjetivo. A mayor abundamiento, es precisamente al margen de un diseño en particular, incluso contra cualquier intento en esa dirección, que el lenguaje compartido por una comunidad se contrapone a lógicas top down. En ese sentido, el lenguaje es profundamente emancipador. Lo mismo argumentaría Andrés Bello. Todo su análisis lingüístico de la lengua castellana, responde al objetivo de la emancipación americana. En “Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar y uniformar la ortografía en América” (1823), el filósofo venezolano, defendiendo de todas maneras el castellano como la lengua propia de América, encuentra necesario no solo desterrar letras superfluas o letras unísonas, sino que, también, se ha de procurar adoptar la regla general de determinar el uso y significado de las palabras basados en el uso constante y habitual de los pueblos. El uso correcto del Castellano, en su sentido más espontáneo y auto generador que pueda haber, es uno de los pasos, dirá el venezolano, para la propagación de las luces en nuestros países(14). Incluso, el mismo comunista Pablo Neruda verá en el Castellano, precisión y hermosura, claridad que reluce como el oro. “Se lo llevaron todo y nos dejaron todo (…)”, se atreverá a decir en Confieso que he vivido (1974).

Por todo esto, me atrevo a decir que el Castellano no solo es como cualquier lenguaje espontáneo nacido de los roces de la interacción humana nunca guiada por autoridad alguna y de una belleza incomparable, como nos dice el poeta del Nobel ya mencionado, sino que, asimismo, es oro que refulge de la libertad humana que se hace cuerpo como proyecto emancipador, constructor espontáneo de una identidad que no se deja moldear por nadie. Por consiguiente, el Castellano es fuerte, muro infranqueable que pone atajo a los intentos derridianos por instalar sus lógicas destructivas. La nueva derecha no puede dejar de lado las posibilidades del habla castellana como armas contra la izquierda posmoderna que busca destruir la vida occidental tal y como la conocemos(15).

Asimismo, es en Salamanca, la flamante primera universidad española, que nacen muchos de los postulados del libre mercado y de la ciencia económica que terminarán por inspirar los trabajos posteriores sobre el tema(16). De la mano de Francisco de Vitoria (1483-1546), fraile dominico español, la Escuela de Salamanca alcanza gran renombre, aunque con reticencia en los países protestantes. A nivel económico, postularon tres ideas básicas que hoy no son discutibles en dicha disciplina: la bondad de la circulación de bienes económicos, la teoría del precio alejada de los costos de producción y, el adelantamiento de ideas sobre la teoría cuantitativa del dinero. Para explicarlo en simple: desde el castigo que supuso el lucro en la sociedad medieval, de mano especialmente de Santo Tomás de Aquino (1224-1274)(17), los comerciantes no hallaban refugio para que su actividad fuese aceptada por la religión oficial. La escolástica, lejos de su versión tardía, condenará la ganancia en todo respecto. Sin embargo, el teólogo y filósofo español, crítico del padre de las cinco vías(18), veía la labor comerciante como una que permitía la libre circulación de bienes, personas e ideas y que, por lo mismo, aportaba al bien común. Del mismo modo, el fraile abogaría por la igualdad ante la ley, protestando contra la política española de ese entonces en América, por el trato diferenciado hacia los indígenas en De Indis (1532), igualdad necesaria para reconocer la propiedad privada como expresión inequívoca de nuestra subjetividad humana compartida. Relacionada también con la libertad de comercio que defendía, estimaba que existía el precio “justo”, pero, alejado de las lógicas marxistas, estos no podían reflejar el trabajo que hubo detrás para su producción, sino la escasez relativa del bien en cuestión, y la relación entre la oferta y la demanda. Además, Vitoria, así como los otros miembros de la escuela, explicaron el por qué España estaba sufriendo un ciclo inflacionario a raíz de las riquezas mineras cada vez mayores traídas desde América, deduciéndose de estos asertos los primeros rudimentos de la teoría cuantitativa del dinero(19).

Por consiguiente, podemos visualizar que también la filosofía económica, el pensamiento económico español nos aporta las bases para comprender la dinámica del mercado que la nueva derecha necesita rescatar para reivindicar al liberalismo económico y las bases del capitalismo, aquellas que han sacado a millones de personas de la pobreza en el mundo(20).

Por último, pero, posiblemente, uno de los elementos más importantes de este ensayo, es que gran parte de la filosofía española, a grandes rasgos, siempre ha planteado, desde que fuese el Cristianismo una de sus estructuras fundantes, en tanto el país y su expansión se consideraron polo de difusión de la fe(21), como una propuesta no nihilista. Por supuesto, no es que no hubiera ejemplos de filósofos o pensadores españoles descreídos. Sin embargo, es precisamente en España donde podemos encontrar filosofía anti nihilista de gran impacto y, especialmente, dirá el filósofo Humberto Giannini en Breve Historia de la Filosofía (1985), ante la obra de Ortega y Gasset en particular, filosofía escrita en nuestra lengua. Esto quiere decir, por de pronto, algo muy radical. Es precisamente con el lenguaje que se forma pensamiento. Y así como el Castellano nos ofrece un muro de contención a las neo lenguas posmodernas que se quieren instalar, así, repito, la filosofía anti nihilista española nos puede dar mayor claridad al momento de adoptar una postura existencial que repercuta en el rechazo visceral a la posmodernidad en base, precisamente, a estructuras lingüísticas que conocemos y que, finalmente, son y las sentimos nuestras.

En ese sentido, quisiera detenerme en Miguel de Unamuno (1864-1936) quien, más allá de reconocer las dudas existenciales que una persona pudiese tener, siempre luchó por conformar una filosofía que atendiera a las necesidades del ser humano de carne y hueso. En Del sentimiento trágico de la vida (1912), el filósofo español en comento nos llama a reconocer que la modernidad ha sido en exceso kantiana: abstracta. Los formulismos propios de una mente encerrada en sí misma y carente de realidad no puede sino decantar en una modernidad sin sustancia. El absurdo parece tocar todo lo humano y, entonces, el sujeto se halla inmerso en la Nada. No obstante, aquello, ¿es acaso Dios necesario en nuestras vidas? Al igual que el filósofo danés Soren Kierkegaard (1813-1855), a quien Unamuno llamará “hermano”, entiende que Dios no se hace visible a nosotros sino por obra de la fe. Y esto quiere decir algo fundamental: toda la filosofía moderna ha estado equivocada pues, matando a Dios, ha querido erigir la inteligencia humana en fundamento último de la totalidad. Y, por supuesto, han fallado. Mucho de nuestra existencia no encuentra sentido sino en lo irracional y, teniendo eso como estructura fundamental, no es comprensible una vida transida solo por modalidades de la razón. Dios es fe y, dirá el filósofo, hasta los ateos lo necesitan para negarlo. El reconocer, en definitiva, que Dios es necesario o, al menos, alguna estructura ontológica fundamental más allá de nosotros mismos que nos otorgue asiento y cobijo, es levantar una bandera de lucha contra la posmodernidad, aunque la razón no pueda ser tal “hogar”. Es incapaz de ello.

Algo parecido nos enrostraba el otro filósofo español más conocido, quizá aún más portentoso y relevante que Unamuno, el ya mencionado Ortega y Gasset, cuando alineaba los conceptos de creencia e idea. Las ideas son todo el cuerpo cultural susceptible de ser discutido, cuestionado. Dios no puede ser mera idea, pues no solo se igualaría a todas las demás ideas que forman el corpus de nuestra cultura, sino que, además, Dios tiene que ser creencia pues estas últimas se viven y se experimentan como elementos fundamentales de la existencia(22). La creencia en algo más allá o en una posición cierta desde la cual partir –lo cual no quiere decir que la hayamos encontrado-, insisto, es una de nuestras mejores ideas para criticar la “levedad del Ser” al cual nos arroja la posmodernidad, caracterizada por la muerte de Dios (Nietzsche) y del hombre (Foucault). La Nada es, vale la contradicción, consistentemente insoportable. Y esta creencia, por supuesto, tiene resabios morales. De ahí que el mismo Unamuno proponga una moral ajustada a la misma. En San Manuel, Bueno mártir (1931) el bilbaíno configura un relato que nos cuenta un proceso de transformación forjada en la renuencia a Dios y en el sucumbir ante la creencia. En ello, se erige un hombre de fe, quien pone en práctica, como Manuel (uno de los protagonistas), las virtudes teologales básicas: fe, esperanza, caridad. Sea como sea, Manuel, con su carácter y fuerza moral es capaz de hacer creer, de convertir a Lázaro, hermano de Ángela, quien viene desde América, creyendo poseer la clave de la existencia: riqueza y cultura, por supuesto, ampliamente nihilista. Creer, esa es la cuestión. En la medida que se crea, se coloca una piedra de tope al desborde de enormes proporciones, avalancha de inanidad que ha significado el avance humano entregándose por entero a la Nada.

En resumidas cuentas, podríamos sintetizar todo en que la renuncia a nuestro legado histórico español es perdernos a nosotros mismos. En parte, la historia ibérica es lo que somos. Los tiempos de la memoria –ojalá entendiendo por ello algo más preciso que la mera construcción subjetiva y sin fundamento, antojadiza a ratos, por la cual aboga Carlos Peña(23)- son los tiempos también del reconocimiento. Y España está ahí, refulgiendo como puntal de esperanza en ese proceso para nosotros. La nueva derecha se ha convertido, a mi entender, en un proyecto de rescate, y las lógicas, aprendizajes, vivencias, pensadores y elementos culturales que nos puede otorgar la madre patria son de inigualable valor. Esto no quiere decir, lo advierto, que volvamos a reclamar la lógica monárquica. Como Lastarria, veo a la “América” como el terreno más fértil para el sistema republicano. Sin embargo, no nos es dado el obviar en este camino de resurgimiento, de ninguna manera, la riqueza intelectual y la sabiduría que nos proporciona el país que otrora fuera nuestro desvarío y ensueño, nuestro pecado y lamento.

 
 
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  2. Adquirible en https://entrezorrosyerizos.com/products/girar-a-la-derecha

  3. Para profundizar en las lógicas propias de los reyes que marcaron al imperio, véase La España de los reyes católicos (2014) de Miguel Ángel Ladero Quesada.

  4. Incluso algunos ven el mismo tipo de campaña anti hispanista en las reclamaciones separatistas de catalanes y vascos. Véase Madre Patria (2021) de Marcelo Gullo Omodeo.

  5. Para profundizar sobre la crítica del filósofo francés a la Inquisición, véase file:///C:/Users/wtcha/Downloads/356502-Text%20de%20l'article-514294-1-10-20190617.pdf

  6. Título alegórico del próximo libro del filósofo chileno Benjamín Ugalde: “Lastarria. El pensador olvidado”, que tendrá un ensayo de mi autoría. Para profundizar en la apreciación de Ugalde sobre Lastarria, escúchese https://podtail.com/podcast/civitas/la-figura-y-pensamiento-de-jose-victorino-lastarri/

  7. Por supuesto, hay muchos elementos que se pierden en este resumen. Con todo, hay ciertas críticas que no quisiera dejar pasar. Por un lado, la supuesta conveniencia de instituciones inclusivas si ellos mismos refieren a que puede haber crecimiento en sociedades con instituciones extractivas. La mera suposición de que algún día los países podrían colapsar, tal como ocurrió con la U.R.S.S., por las exigencias democráticas que pudieran existir en dichos lugares, no se condice con la atractiva oferta que ha sido el sistema chino a nivel mundial y que no tiene visos de colapsar en el corto plazo. Por otro lado, se ha de recordar que los ejemplos dados son más bien ilustrativos que definitivos. El sumar X1, X2, X3, Xi (donde X es el fenómeno e “i” simboliza ejemplos infinitos del mismo tenor) no asegura o demuestra tu caso.

  8. Véase en detalle la institución de la encomienda en http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-685.html

  9. Véase su libro de ensayos Situaciones V: Colonialismo y neocolonialismo (1964).

  10. Es muy llamativo que los autores definan al país como un éxito en la instalación de instituciones inclusivas en el libro y luego, en 2019, Robinson declarara que faltaba más para que el país lograra dicha meta. Los elementos que se supone el país lograba, hoy fallaban. Véase  https://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/james-robinson-autor-de-por-que-fracasan-los-paises-las-declaraciones-de-cecilia-morel-reflejan-que-la-elite-chilena-esta-muy-desconectada-de-la-gente/876022/

  11. Véase su clase magistral sobre el Programa económico de Gabriel Boric en que menciona estos aspectos en https://www.youtube.com/watch?v=GJf1ERXiG6c&ab_channel=Fundaci%C3%B3nparaelProgreso

  12. Para profundizar en los juegos filosóficos de Derrida, véase el libro de Mark Lilla (2017) Pensadores temerarios.

  13. Hace poco el presidente de la Revista Individuo hizo ver esta situación al denunciar que algunos personeros de la derecha han hablado de “territorios” sin entender la carga teórica que implica. Véase https://ellibero.cl/opinion/carta/el-error-al-hablar-de-los-territorios/ 

  14. De ahí que el abogado Joaquín Trujillo Silva hable de Bello como un gramócrata, revelando el sentido político de todo el programa lingüístico del venezolano, en “Andrés Bello: Libertad, Imperio, Estilo” (2019).

  15. Un ejemplo de ello fue la reciente defensa del uso del participio activo “presidente” al momento que el diputado del partido Republicano, Gonzalo de la Carrera, se excusó frente al reclamo del segundo vicepresidente de la Cámara de Diputados, Claudia Mix Jiménez. Véase   https://ms-my.facebook.com/carreragonzalo/videos/la-extrema-izquierda-empecinada-en-cambiarnos-la-forma-de-hablar-eso-genera-real/1173628473401077/

  16. Véase especialmente el capítulo II “Los Doctores escolásticos y los filósofos del derecho natural” en Historia del análisis económico (2015) de Joseph Schumpeter.

  17. Para introducirse en las teorías políticas, jurídicas y morales del aquinate, véase “Tomás de Aquino. Teoría moral, política y jurídica” (2019) de John Finnis.

  18. Importante fueron las críticas de Vitoria a Tomás de Aquino, escrito en 6 tomos con el nombre de Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás (1932-1952), cuya única versión actual es la de Vicente Beltrán Heredia.  

  19. Para profundizar en los aportes económicos de Vitoria, véase http://www.escolasticos.ufm.edu/index.php?title=Pensamiento_Francisco_de_Vitoria&oldid=359

  20. En especial, léase el comentario del economista español Xavier Sala-i-Martin en Economía en colores (2015). Sí, otro español.

  21. Especialmente durante el período conocido como “El Siglo de Oro” español. Véase La España del Siglo de Oro (2017) de Bartolomé Bennassar.

  22. Por algo parecido he abogado yo como fundamento del liberalismo, aunque, por supuesto, de un calado menor a la idea de Dios. Véase  https://revistaindividuo.cl/ensayos/el-fundamento-del-liberalismo

  23. Véase El tiempo de la memoria (2019).

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