CONTRA EL EXTREMISMO DE CENTRO

 

Una de las escenas que le muestran al protagonista de la película Matrix que está frente a una trampa, es cuando ve un gato negro idéntico dos veces. “Deja Vu”, fue la expresión utilizada en esa oportunidad, concepto que hace referencia al reconocimiento de una experiencia como si se hubiera vivido previamente. 

Para quienes tenemos fresca en nuestra memoria la elección presidencial pasada, todo suena a un “Deja Vu”. Un Lavín que de pronto toma posiciones anticomunistas, tal como Piñera lanzó algunas declaraciones “de derecha” meses antes de salir electo. Los agentes de Chile Vamos, con calculadora en mano −como siempre−, exigiendo que Kast se baje para despejarle el camino a su elegido y ganar “apelando al centro” porque la gente “no quiere extremismos”. El candidato de la centroderecha diciendo abiertamente que no es de derecha y con pasado ligado a la DC. Todo esto es cuento repetido. 

¿Por qué Sichel habría de ser distinto de Piñera? Es la pregunta que nos hacemos quienes no queremos repetir un presidente cobarde cediendo en todo a los requerimientos de la extrema izquierda, ignorando al votante de su sector y siguiendo a las encuestas. Sus defensores argumentan que “es más cercano”, como si la cercanía sirviera de algo a la hora de enfrentar una izquierda organizada en la calle. ¿De qué le sirve la cercanía a Sichel si intenta declarar Estado de Sitio en la Araucanía? Escenario en que se le va a tirar toda la izquierda encima.

Ligado al argumento de la “cercanía”, los más ridículos nos dicen que Sichel “representa a otra generación” porque “usa tatuajes”. Francamente a menos que se trate de un progre recalcitrante, no veo como “usar tatuajes” sea sinónimo de virtud de ninguna forma posible. ¿Usar tatuajes va a hacer que el candidato solucione el problema del narcotráfico?

Despejando la neblina de panfletos sobre “la juventud” o “el recambio”, vemos que Sichel es la continuidad de Piñera con mejor envoltorio. Podrá tener alguna que otra propuesta destacable, pero detrás de toda propuesta está la sombra de la duda, ¿por qué creerle?, ¿acaso ir al centro no fue la razón de la debacle de la derecha al abandonar sus ideas y su electorado?

En el corazón de los agentes de Chile Vamos y quienes apoyan al candidato ungido de esta vez, están siempre la calculadora y el cortoplacismo, los males endémicos de lo que podemos entender como el extremismo de centro. Nunca ver más allá de la elección presente, nunca intentar nada distinto. “Todos los extremismos son malos” nos dicen, siempre hay que recurrir al voto útil, la propuesta fácil, el marketing efectivo, lo más simple, sin populismos “ni de izquierda ni de derecha”. “Lo que nos saque de este embrollo y luego vemos que hacemos”. Es el afán del poder por el poder. Llegar al sillón presidencial y punto, no hay más sustancia que eso.

Para quienes vemos la elección como una mera consolidación de un proceso cultural en curso (porque lo político es la concreción de las cosmovisiones imperantes en la sociedad), elegir a Sichel no cambia nada. Él no va a cambiar el rumbo de las cosas. No combatirá la hegemonía progresista de izquierda, de hecho él pertenece ideológicamente a esa pequeña pero bien posicionada porción dentro de la mal llamada “centroderecha” de liberales-progresistas chilenos que quiere profundizar la deconstrucción en la sociedad chilena. 

Siendo justos, es posible que José Antonio Kast tampoco sea un freno a la hegemonía cultural progresista que nos pesa actualmente, y no pueda gobernar. Además, siendo realistas, tiene pocas posibilidades de ganar, y podría generar una segunda vuelta solamente con fuerzas de Izquierda. Dicho esto, ¿cambia tanto la situación? Las cosas van a seguir el mismo rumbo de antes salga Sichel o alguien de izquierda. Por otra parte, la Izquierda se une entorno al enemigo en común, pero son torpes a la hora de gobernar, que es donde muestran más claramente sus fraccionamientos internos y peleas. 

Si queremos cambiar el rumbo de las cosas tenemos que dejar de lado la calculadora. Creer que se le puede ganar a Brasil, valga la metáfora, partió con un cambio de mentalidad. Pensar en un país donde sean los de enfrente quienes siempre voten con miedo pensando que los pasaremos por encima. Que sean ellos los que tengan que ir al centro a rescatar votos. Hacer el trabajo de largo plazo, construir familias, comunidades y hegemonía. Apoyar a Kast tiene que ver con entregar el mensaje de que queremos pensar más allá de lo posibleSi por querer ir más allá implica perder en el corto plazo, es un precio que en algún momento vamos a tener que pagar. 

 
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