SIN PERDÓN NI OLVIDO

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A unos días del comienzo del Circo Constituyente, el panorama no es muy alentador. Como era de esperarse, este carísimo evento circense ha estado impregnado de las típicas ritualidades progres, cargadas de fervor religioso, que la izquierda requiere para hacer gala de su devoción fanática. Tras los cánticos, gritos, disfraces y manifestaciones payasescas, se ha confirmado el fracaso que veníamos advirtiendo muchos desde el acuerdo del 15 noviembre de 2019. 

Chile ha presenciado cómo la paz no retornó con la instauración de la Convención Circense. Es cosa de ver que, en el primer día, la patulea de violentistas de siempre se congregó afuera del acto de instalación de la Convención para hacer destrozos, o cómo, en el segundo día, un grupo de intolerantes atacaron al convencional Ruggero Cozzi. 

Tampoco hay mayores intenciones de cumplir las normas que regulan este proceso por parte de la extrema izquierda. En efecto, los convencionales izquierdistas consiguieron que la Convención realice actuaciones que están fuera de su competencia y objetivo –esto es, redactar un proyecto de una nueva constitución–, con la emisión de una declaración que “demanda” el indulto (o amnistía) de los presuntos delincuentes de la insurrección. Asimismo, la Convención ha acordado aumentar las vicepresidencias, en contra del mandato constitucional, y su Presidente, elegida por las mayorías izquierdistas, anunció que había que evaluar la pertinencia del quórum de los dos tercios.

Sin embargo, este oscuro panorama no era imprevisible, como dicen algunos que hoy quieren lavarse las manos, sino que lo veníamos diciendo los votantes del Rechazo. Hoy, lamentablemente, la facción de la derecha que se prestó para este circo dice que este escenario no se veía venir; algunos, incluso, se justifican diciendo que se debió haber entregado la Constitución en 2017, como si la claudicación anticipada hiciese que la izquierda respetase, esta vez, su palabra –recordemos que en el 2005, con la reforma constitucional de Lagos, la misma izquierda asumía que la Constitución cumplía los estándares democráticos, situación que posteriormente cambió, cuando vieron la oportunidad de obtener réditos políticos–. 

Con anticipación, muchos dijimos que la Convención sería una asamblea universitaria. No obstante, buena parte de la dirigencia de la derecha no quiso escuchar. Es más, fue esta misma dirigencia la que entregó la Constitución y nos metió en este lío de tan compleja salida. Dentro de los principales culpables del fatídico acuerdo del 15 de noviembre, podemos nombrar al frívolo Blumel, al oportunista Desbordes y al traidor Piñera.

En la actualidad, muchos de los responsables están convenientemente callados, esperando su momento para volver a liderar al sector, cuando las aguas se calmen. Otros, en cambio, apostando por una ficticia amnesia, ya visten sus mejores trajes, con el fin de ganar las primarias de la derecha. En otras palabras, ninguno de los responsables ha asumido las consecuencias de sus actos renunciado a la política. Lo anterior demuestra que sus malas decisiones no han tenido mayores implicancias sobre sus carreras personales. No existen los incentivos adecuados que premien las buenas decisiones, al contrario, se recompensa a quienes han tomado malas decisiones. 

La reconstrucción del país pasa por la reestructuración de la derecha (la izquierda ya verá lo que hace). Para esta importante tarea, hay que saber identificar correctamente a los autores, y a sus cómplices, que nos trajeron a este punto, es decir, aquellos que no ejercieron el poder y prefirieron entregarnos a cambio de su supervivencia personal. No puede ser que decisiones que son nefastas para el país queden sin costos políticos. Del mismo modo, la venta de la derecha no puede salirle gratis a sus vendedores, si queremos incentivar que en un futuro nuestros dirigentes tomen mejores decisiones. 

En síntesis, el futuro de la derecha dependerá de su capacidad para no tropezar nuevamente con la misma piedra. Es de sentido común: si te traicionan una vez, es culpa del traidor, pero si él mismo te traiciona una segunda vez, la culpa es tuya. Sin duda, no es agradable tener que recordar estas cosas, incluso puede ser más cómodo dejar pasar estos crímenes políticos por alto, sin embargo, de no tomarse las medidas pertinentes, jubilando a los responsables, es probable que no podamos superar esta crisis.

 
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