LA MÚSICA DOCTA Y LA INTEMPESTIVA MANIFESTACIÓN DEL SER AXIÁTICO

 

La música Docta, rebelión contra la música capital

¿Qué relación guarda la reflexión filosófica del Axis con la música Docta?

La música Docta y las grandes piezas maestras como la 5ta sinfonía de Beethoven o el Concierto de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, pero también las magníficas interpretaciones de Chopin, Schubert o Liszt del pianista Claudio Arrau, son para el Hombre un espacio de franca reflexión acerca de su propio vivir, acerca de su propia experiencia en un mundo que lo sentencia a pensar radicalmente sobre la divinidad o sobre las sombras infernales. Sin duda que en los magnos y certeros movimientos sinfónicos, el Ser Axiático del hombre se recoge en difíciles y tormentosos pasajes, o en escrupulosos momentos de júbilo, que lo descubren misteriosamente ante su espíritu obrante en la estrepitosa acción fáctica del cuerpo.

Con presumida lógica podemos pensar que la música Docta nada tiene que ver con la reflexión filosófica; eso pues ambicionaríamos afirmar en la tentativa de alguien que nunca ha escuchado este tipo música y, por tanto, nunca ha experimentado el estar envuelto por el refrescante y misterioso momento de aquel que escucha, observa, gusta, siente, reflexiona y canta, justo allí cuando los acordes conmueven y encantan de forma particular y fundamental, los a veces adustos espacios precarios de pensamiento de la existencia humana en el mundo técnico.

A veces, los movimientos sinfónicos suelen esconder en la diafanidad de las unidades instrumentales, mensajes tan profundos y verdaderos, radicales, que ni la música más actual es capaz de siquiera, en ningún caso, imitar. La música actual, con sus melodías y letras, es verdad, guardan mensajes explícitos de sumisión, pero también implícitos de destrucción, expresan además ritmos contagiosos, virales, adormecedores de espíritu, depositarios de discursos que agudizan la emoción, pues están ordenados para estimular el deseo y no así, la tan necesaria apertura reflexiva.

Ningún cantautor moderno será capaz, sin duda, de alcanzar la creatividad heroica de aquellos hombres que dominando el instrumento —difícil para muchos de pensar en absoluto, llegar a aprender—, logran divinamente encausar el pensamiento humano a prados metafísicos de gloria, de potencia creadora. Porque en su empeño por solamente cantar al tristemente célebre sueño enriquecedor —apunto pues al más famoso de los cantantes urbanos—, y al amparo de la sintética necesidad técnica de los instrumentos más comunes y simples, no se hallarán en ese ejercicio compositor capital, las cualidades de grandeza de las orquestas sinfónicas y sus compositores notables e históricos.

Hay pues, justamente, diferencias cualitativas entre la música Docta y la música urbana. En una pues, se canta a la existencia humana con sentido y propósito, si usted quiere, vitalista, ideal, épica, y en otra, se acentúan aspectos puramente corporales, vacíos de todo sentido y propósito, porque estimulan el deseo y la emoción de quien se dispone a escuchar cualquier canción que resguarda muchas visitas en este mundo técnico virtual. Es un tema de modas, de modelaciones de la sicología del hombre en un mundo cada vez menos sensible y reflexivo. En esta pérdida de sensibilidad y pensamientos propios de voluntad guerrera, claro está que los amantes de la música urbana, quizás, están negados a escuchar una música que para ellos es anticuada, difícil, aburrida, carente de corporalidad y de disfrute mundano. En efecto, la música Docta está negada para aquellos que perdieron el rumbo de existir y de gozar verdaderamente de las maravillas de un mundo perdido en la tecnología y que los hace olvidar, en el sopor de las pre-ocupaciones del sistema, su propio vivir.

La Orquesta sinfónica por su parte necesita de la tan relevante presencia: usted debe estar ahí cuando inician los maravillosos movimientos de alguna pieza clásica. La música urbana, puede atenderse desde los más variados empalmes tecnológicos. La conexión a internet es desgraciadamente, imperiosa.

Para disponerse a entender lo que estoy constatando, es necesario prepararse lo suficiente como para estar consciente realmente de que escuchar música Docta es casi, una terapia. ¿Por qué? Porque como ninguna otra expresión musical, la música Docta desde el punto de vista de su Producción es una Obra Maestra: requiere de la Presencia de la palabra; los hombres se organizan en virtud de sus acciones en conjunto, se ven y se sienten unos a otros, hay pues perfección en sus realizaciones, hay una suerte de fusión del espíritu, el cuerpo y el instrumento. ¡Es esto una obra unisiente trascendental!

Sentencia estética cuidadosa del Ser Axiático a través de la música Docta

Hay en la música Docta una abundancia de nous; la cámara en donde se congregan hombres e instrumentos, como bello momento existencial unisiente, significa un espacio donde fluyen los ríos de nous, ríos de pensamiento y oportunidad cierta de reflexión creativa que luego la inteligencia sintetiza en la concreción de la obra

Pongamos pues en contexto: vean a Sir Georg Solti (1912-1997) disfrutar de los movimientos de alguna pieza maestra, ya sea en Beethoven o en Wagner, véanlo gozar en el ir y venir de sus brazos fluyentes en la intensidad que se siente, irradiadora; ¡Verlo es sencillamente mágico!  

Miren como revolotea, se esmera en seguir o hacer coincidir cada movimiento tal y como lo dispone su Batuta, o mejor dicho, el movimiento orquestal sigue en una pasión hipnótica, el movimiento  corporal como si éste fuera algo más que sólo carne y huesos viejos.  Desde luego que no son expresiones exageradas de aquel que goza por sus haceres dedicados, perfectos, profundos, tampoco por mera vocación. Ocurre que Solti experimentó la consumación vivaz de su pensar en el cantar corporal. Esto es una realización íntegra y totalizante: es todo a la vez en el uno del sentir que no se niega a revelar la más hermosa y sublime coherencia entre el espíritu y el cuerpo. Aquí nos encontramos ante una manifestación heroica y potentemente creativa del Ser Axiático y la apertura estética-artística de la música Docta.

Fíjense atentamente en la consecución metafísica de Sir Georg Solti: en general, cualquier director de Orquesta, en su maestría y conocimiento acerca del dominio del instrumento (Violines, violas, flautas, trompetas, clarinetes, etc.) es capaz de erigirse como Axis dominante, pues dirige los movimientos de su Orquesta, constituyendo una extensión de su mentalidad. Pero quiero centrar mi comentario mayéutico en Solti por ser él una figura arquetípica del Ser axiático.

La puesta en escena de Solti, justo allí en el estrado del director de Orquesta, requiere pues un estado de consciencia. Se trata de un ser-estante en la estética del quedar en una realidad dinámica, presente allí ante hombres expectantes, religados a su instrumento. ¿Se podrán imaginar que dirigir una Orquesta sinfónica requiere un grado relevante de preparación psíquica? Aquí acontece pues la primera manifestación de un Ser Axiático abierto a la pronta expresión terrenal del espíritu.

¿Cómo podemos advertir esta manifestación axiática?

Analicemos esta apertura en dos momentos de la unicidad del Ser Axiático en la persona de Solti.

Consideración Estética: actualidad de la postura en el quedar en-la Realidad

 A.      Hay en Solti una conciencia atenta fusionada con el espacio. En su postura se deja ver su propia apertura; su mentalidad se condensa con su corporalidad. Hay pues coherencia existencial, como un eje que atraviesa el mundo, entre idea y acción. Solti, se encuentra ahora en la profundidad de sus reflexiones, listo para fluir en el movimiento del Acto final del Anillo de los Nibelungos, justo cuando Brunilda se apresura a inmolarse luego de la muerte y Marcha Fúnebre de Sigfrido, su amado héroe.

La postura de Solti, en el callar físico que lo posiciona como un estandarte que sin hablar, canta a sus anchas con voz metafísica que resuena y se proyecta por medio de toda la extensión de su cuerpo. consolida  su postura filosófica en constante y relampagueante Estética; dinámica, siempre actual, significante de una postura rebosante de símbolos, satisfecha de emociones y razones.

 En efecto, la postura que queda en la realidad no es un cascaron ambiguo ni mentiroso, porque la postura siempre radical, la estética del Ser Axiático, es la aparición más sincera y fiel del estado absoluto del fenómeno existencial del Hombre. ¡Nadie puede mentir en su sentir, respecto de su postura y su quedar! La postura es sin más, embargo sin apelaciones del estado de ánimo. Es un delator mortal.

La postura en su actualidad contingente, pero a la vez recóndita, realiza por la actitud corporal una impresión de realidad que en su virtud,  hace una variedad de expresiones sentientes que quedan como baluarte arquetípico de valor superior. ¿Qué quiere decir esto? Que en la postura, y a través de ella, el cuerpo piensa, habla, gusta, sufre, ríe, grita en su efervescencia las maravillas poéticas del estar vivo.

Queda de manifiesto en la estética de Solti la confluencia del espíritu que sopla en los recovecos del cuerpo sus más sublimes fundamentos.

Hasta acá, una manifestación personal e íntima del Ser Axiático que se conmueve a sí mismo, motivándose a continuar en este estado de consciencia reflexiva, siempre rebosante de sentir.

 Pero ahora, fíjense en la consumación y exterioridad del espíritu que en el cuerpo realiza las obras de la Idea.

Consideración Ética: el cuidado de ese quedar en la Realidad tal y como lo expresa la postura Estética

B.      Solti, mueve la Batuta, se convierte en un dictador. ¡Claro que sí! Esta es la prueba fáctica del que tiene el poder de controlar y dirigir a gusto, el pensamiento bovedal, en complicidad plena con la obra del cuerpo. El espíritu dicta los aparentes azares del movimiento de los brazos, pero más diáfanamente, el mover del muñequeo que hace oscilar la Batuta, en una expresión trascendental que liga sus manos, con una fuerza exterior poderosa que es causa de dictamen sagrado para quienes ven en Solti, la figura arquetípica del Axis que está aquí para conmover voluntades. Al son del cuerpo consagrado con la Batuta, se dirige al grupo de hombres que en absoluta concordancia navegan en el estupendo sentir de sus propios movimientos que no cesan en hacer caso gozoso de las determinaciones de la Batuta, que surge casi como un ente independiente, pero que termina por ser en el uno, con resto de la estética corporal de Solti.

Memorable es este concierto de pleno cuidado. La estética del director de Orquesta, queda mediada por la Batuta; ella es la cuidadora de los movimientos y afirma en cada impactante momento el vals que se origina entre las determinaciones estéticas de Solti y su propia y compleja motivación de Cuidado. hay cuidado entre Solti y su pleno; hay pues cuidado ente el pleno y el propio Solti. Ética, en este significado primario y radical, corresponde al cuidado de la estética. Nada más ético del que cuida su propia postura, su propio estar aconteciendo fácticamente en la realidad.

¿Cómo es que se cuida una estética, una postura que queda allí en las cíclicas refrendas del concierto? Ciertamente que la postura cuidadosa de Solti es en sí misma un oratoria, es una música poética primitiva: primitiva por ser primera, limpia, de alta estima, conversación mayéutica con la divinidad, ánimo sin maldad del Ser del Hombre que no busca en su existencia sino el triunfo épico del que sabe cuidar sus obras.

Sin duda que Sir Georg Solti consuma un Cuidado delicado y al detalle en el seno del desarrollo de los movimientos sinfónicos, su quedar es acreedor de ese cuidado ético: sus manos se deslizan en el cuidado, la Batuta exclama su meritorio cuidado con el resto de integrantes de la Orquesta Sinfónica, hay reciprocidad, brilla pues un cuidado mutuo.

Nadie aquí quiere errar, todos alaban al unísono la perfección nunca cansada de las melodías metafísicas cuidadosas, éticas en su correspondencia con el todo artístico porque su propósito, es el de ser y del estar atento y vigoroso que reclama realización total: ¡Espíritu, cuerpo, instrumentos, melodías, espacio! Todos al mismo tiempo, al mismo sentir, al mismo andar, al mismo y unificador cuidado estético.

Esta sinergia entre fuerza estética y motivación ética se consolida pues, en la evidencia real del Ser Axiático, en una Moral custodia de ese cuidado estético. Se trata de una consciencia de estar existiendo en el fenómeno de la música, se trata de cuidar por nuestras acciones, la perpetuidad dinámica de los sones vigorosos del que aún no tiene malos pensamientos virulentos, corrosivamente decadentes, así como aquel que ya no tiene ganas ni aspiraciones de dominación, menos una Voluntad de Poder meditada por el espectáculo siempre maravilloso y victorioso de la música Docta.

 
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