UNICIDAD DEL FENÓMENO EXISTENCIAL DEL SER AXIÁTICO

 

Unicidad fundamental de la impresión de realidad

 Un cantar a la vez, maravilloso y terrible a la vez

Paradoja del yo y de los otros

Ningún ser humano es justo si se considera portador exclusivo, más radicalmente, del dolor, de la miseria, de la muerte, del terrible y angustioso momento en donde nos concebimos infernales. Nadie es realmente único en el sentir maravilloso y terrible. Ante esto, sin duda que, es verdad, cuando el relámpago fugaz de nuestras propias inequidades humanas nos embarga en mal-estar, nos sentimos únicos. ¡Qué pensamiento más infame!

Si ha de existir una universalidad, es la universalidad del que se siente solo, del que abatido está, del que sufre. Porque todos sufrimos, evidentemente. Lo único real y radicalmente universal es la inteligencia y junto con ella, el sentimiento, la voluntad; el gusto del que se siente vivo. Pero también del que siente la muerte.

¿Creen acaso que la existencia es perfecta existencia? No, no podría pensarlo así, porque justamente existir implica experiencia y junto con ella, la caída, la victoria. ¿Creen acaso que la existencia es hermosa, ideal? No, no podría pensarlo así. Axiáticamente en el existir abierto tempestuoso, pero sereno a la vez, las manifestaciones del enfrentamiento del Axis no son ideales: es confrontación radical en el mundo, es enfrentamiento al vivir: ¿cómo pues me enfrento al vivir, a mí vivir? Siendo consciente de que existo en un mundo dinámico, real, crudo, así no más. ¡La talidad del mundo! Si somos conscientes de la talidad, seremos respetuosos con el mundo y sus cosas, pero fundamentalmente, con nosotros mismos.

¿Y saben por qué? Porque reconocer la talidad del mundo en donde nos desenvolvemos nos enseña a vivir en la apertura reflexiva del que siente el mundo para conocerlo tal cual es, y en su comprensión idónea, aprehende su crudeza: no se angustia por ella; tampoco se asusta por ella. Se trata de conocer y entender, por la inteligencia sintiente, el mundo y a los seres axiáticos en su talidad. Tales y como son. Consecuentemente, no se trata de negar nada, se trata de aprender el sentido de lo que cultivamos en virtud de esa experiencia talitativa.

Tampoco se trata de aceptaciones a priori de las obras concupiscentes del corazón del hombre. Se trata de saber, en la sabiduría axiática, lo que es tal y como es, de lo que es manipulación antojadiza de las obras impías. Se trata radicalmente de discriminación adecuada de la experiencia y sus circunstancias, y de intolerar aquello que no puede ser tolerado. Es la justeza santa del que reconoce naturaleza y diferencia tales alteraciones conscientes del ser humano que no tienen nada que ver con la talitativa expresión natural del mundo, así como cuando se aleja el hombre del duro y talitativo estar aquí.

Apliquemos pues esta paradoja existencial en que nos sentimos únicos en la desgracia pero al mismo tiempo, victoriosos en la gracia. Atención al siguiente intento de poema:

 Del momento terrible

 

Ha sido terrible mi existencia, me he encontrado solo

Solo frente a mi angustia, he estado alguna vez,

Estar solo, castigo de aquel que me ve en mi soledad, acompañado

¿Acompañado? ¡Aquí no hay nadie!

Estoy solo frente a mis sentidos, solo frente a los otros,

Ellos están acompañados, gozosos de sí mismos,

Fervientes de sentirse acogidos por otros, festejan la compañía

¡Yo festejo que ustedes no están solos! ¡Yo estoy sin embargo, solo!

Solo, enfrentado a la muerte, a su asecho,

Ella me guarda, ella me espera

Me enfrento a la muerte, así como nací, solo

¡No tolero más el sufrimiento! ¡Nadie me entiende!

Ningún mortal ha de saberse en mi calamidad, ¡Aunque lo digan!

Ningún mortal sabe lo que yo sufro, el resto, son palabras,

¿Culpar a la vida? ¿Al Dios? ¿Quién me entregó a semejante sin sentido?

Estoy solo frente a mi resolución, solo frente al juicio

Juicio de los otros, que me juzgan, juicio de mí, que me juzgo

Estoy solo, y no puede existir otra condición más lamentable,

Terrible, siniestra, altanera, esa que me espera en mi desgracia

Estoy solo, al amparo de mis lágrimas de pérdida, de desamor,

Solo, decepcionado, allanado por los malos pensamientos

Pensamientos que tengo en mi estar-solo, y que me condenan,

Me condenan al saberme en mi culpa y que nadie más sabe,

Estoy solo, me sé solo

¿Quién demonios atenderá mi clamor? ¿Cuándo volverá mi madre?

¿Cuándo señores, estaré con todos ustedes?

 

Del momento maravilloso

 

¿Quién no ha corrido a los brazos del ser que ama?

El que no ha corrido maravillado por quién ve a su amor, nada sabe,

Mi corazón rebosa de júbilo, el amor de mi vida, está aquí conmigo

Aunque suene idealista, lo sé, pero el amor, mi amor, me recibe,

Recibe pues mis besos, nos besamos y compartimos el placer de estar juntos

¡Todos nos hemos sentido locamente entregados! Sí, no lo nieguen,

Todos se entregan en sus afanes amorosos, al ser que los conquista

Impulsivo, me escabullo para destinar mis tiempos con mi amor,

No hay más tiempo, todo es para mi vida, ¡Qué alegría por Dios!

Sus ojos me consumen, su rostro me envuelve, su cuerpo me embruja

¿Quién no ha tomado vuelo en este sentimiento grande y espléndido?

Mi existencia es fecunda, porque amo, porque deseo su bien,

Mi existencia no sabe más de dolores, de llantos, ¡Qué feliz me siento!

Estoy enamorado de la vida, de la existencia, gracias a Dios por eso,

Estoy enamorado de ella, estoy perdido en su gracia

¡Gracias! ¡Viva la vida!

Estoy completamente enamorado y nada me hará sentir mal

Me regocijo en mis caminos, imploro por no dejar de verla,

Me regocijo en sus caricias, en su amor eterno

Estoy completamente loco, ¡Soy un loco enamorado!

Bella y sublime locura del que vive para amar

¿Cómo puede sufrir tanto mi prójimo, si existe esto que es el amar?

 

Del momento uno, circunstancia de todos

 

Parece que en realidad no estoy solo

Todos están en las mismas crisis personales, todos se quejan,

Otros están enamorados, unos separados, llorando, otros cantando

Algunos están sumidos en depresiones, así como también yo,

Algunos exclaman maldiciones, ¿Quién no ha blasfemando?

Así como yo, muchos están en las mismas. ¡Nos aflige y nos encanta a la vez la vida que todos y cada uno compartimos!

Yo y los otros, somos y estamos en la misma tierra,

Yo y los otro, somos y estamos en lo terrible y en lo maravilloso

¡Terrible y magnifica existencia! 

Luego desprecio al rico y al poseedor, ¿Y si yo fuera ostentoso en oro y poder? ¿Qué tan distinto sería de lo que a menudo vive el rico y el poseedor?

Luego desprecio en mi riqueza al marginal, al que no tiene nada más que su cuerpo

Critico su ignorancia porque no sabe lo que yo sé,

¿Y si yo fuera pobre miserable? ¿Qué tan distinto sería de lo que a menudo vive el pobre desposeído?

Todos nos equivocamos cuando decimos ¡Nadie me entiende!

Arrogancia del que cree ser el centro de las atenciones,

Distintas existencias, misma apertura, distintas experiencias, misma mundanidad

Unos sí, otros no, así y todo, todos pasamos y somos olvidados,

Desterrados en la impía causa de infames inmortales

Misteriosa paradoja del yo y los otros, ¿Quién dijo que estamos solos?

Todos estamos en el momento terrible y maravilloso

Todos a la vez somos tiempo, historia, sociedad

Alegría, sufrimiento, gritos y penas,

Eso puedo decir, en mi oportuno resumen, del yo y de los otros

¿Qué pasará cuando mi cuerpo y mi espíritu dejen de ser uno?

Incluso en ese momento, yo y los otros, llegaremos a saberlo

 

¿Qué es unicidad?

 En la bóveda [1] germinan los ideales; también nacen las maldiciones. Luego por la obra se consolida la buena nueva, la obra cimienta los buenos deseos; pero también la obra perpetra el crimen: el cuerpo hacedor hace y deshace.

Luego por el espíritu, todas las cosas son trascendentales; la bondad o la maldad, se hacen en el uno y por el uno. ¡El espíritu congrega el pensamiento en el llamamiento de la obra!

El ser-estar del hombre es en el-uno: no puede ser el hombre y no estar, tampoco pude el Axis estar y no ser. El uno de la obra compleja y de muchos afanes, como un plano de muchas estructuras, formas, piezas, es en su conjunto una obra maestra. Es una-obra.

¿Qué es la obra? lo que llamo Obra [2], es el quedar del Phainomenon axiático. Es la manifestación concebida en la bóveda. Manifestación de poder intervenir, de poder quedar.

Con esto, queda claro que la aprehensión sentiente de realidad es unicidad pura.

¿Qué es esto? Unicidad del todo que es.

Le llamo Unicidad [3] a nuestra facultad axiática, inteligente, sentiente, condición de existencia propia de nosotros, los seres humanos, por el cual todas las cosas se presentan ante nosotros de forma unitaria, son todas las cosas en su unicidad, abiertas y diversas en sus particularidades, impresión de una: nuestro fenómeno existencial es a la vez, uno; nuestra existencia es una, con todos nuestros sentimientos y experiencias, enriquecidas por la diversidad de la razón y la emoción, sistemáticas o fragmentarias, el fenómeno de la existencia es todo y a la vez uno. Todo del uno impreso por la bóveda, maravilloso torrente excéntrico que amplifica los sentidos esparcidos en el todo, de la impresión del uno.

Bóveda, cuerpo, espíritu, impresivamente son todos a su vez en el uno. Los sentidos del hombre se condensan en el unitario momento del sentir: si hemos de consumirnos en un río, podremos verlo; contemplar sus extensiones, admirar la naturaleza que crece en sus bordes y alrededores; cantan los pájaros, se escabullen los animales, escuchamos y sentimos también el movimiento de las aguas, el rose del torrente con las rocas, el oír delicado de la brisa del valle, ¿y por qué no? Escuchar también el molesto y sorpresivo ruido de alguna cosa alborotadora, sea lo que sea, alborota, resuena.

¿Se presentan en la realidad todas estas cosas por separado? Sí, porque ponemos atención en su posibilidad a todas ellas por separado, en sus particularidades, y sea de lo que por voluntad queramos poner atención, todas las otras cosas acontecen disimuladas, acontecen en sus propias formas. ¡Aquí nos absorbe la unicidad! En el momento en que entran en la bóveda todas aquellas particulares expresiones de suyas, se imprimen, como un flash fotográfico, un único momento impreso de realidad sentiente.

Unicidad, por tanto, es el momento congregado de las muchas cosas en nuestra bóveda, esta abertura metafísica que hace de los sentidos, manifestación de una impresión sentiente de realidad única e irrepetible en su impresión —aprehensión—, captura —sensación— y abarcación[4] —conocer.

En efecto, en la impresión unisiente de realidad aprehendemos el todo inteligentemente; sentimos la captura de enfrentarnos a la crudeza del momento vivido, y finalmente, cuan resumen metódico del flash fotográfico, abarcamos eso del todo aprehendido, lo atrapamos, lo tomamos con todos los sentidos a la vez, lo abarcamos en su complejidad para conocer y entender. Abarcar en la impresión sentiente significa un recorrer en la aprehensión, un examinar las a veces, insondables e inconmensurables aspectos misteriosos del ser que todo lo es en un uno a la vez.

Del fenómeno

El fenómeno del ser del hombre, en su naturaleza axiática, constituye la expansión metafísica del inquieto poder obrante que germina desde la bóveda del cuerpo. ¡Es la maravilla del que grita existir!

El phainomenon axiático, virtud de lo que se elabora en la bóveda, es la manifestación fáctica del pensamiento: ha de ser un phainomenon todo por lo cual pensamos cuidadosamente, pero también lo que no pensamos en la delicadeza del que quiere hacer el bien. Phainomenon metaphisikos ha de llamarse el a través diáfano del que pensó y consumó. El fenómeno por tanto, es la obra; la obra, es más que una mera acción cualquiera: la obra es ese phainomenon metaphisikos, el eje que cruza, atraviesa el cielo y el mundo en su construir.

El ser humano es un fenómeno súbito que como eje lo abarca todo; lo abarca todo, en un sentido volutivo vital: él quiere descubrirlo todo y, en su impetuoso vitalismo cree poder abarcarlo todo. En su abarcar, puede o no, realmente llegar a descubrir la crudeza del de suyo. Pero también puede, por pura voluntad y sentimientos infundados en realidad, llegar a plantear caminos de sofisma, dogma y mentira, justamente, por aferrarse a le negación del crudo de suyo.

En ese caso, la abarcación del eje es una discruptiva falacia.

Sea por la verdad de un descubrir en el de suyo o por una ilusión fáustica del puro de mí, el fenómeno súbito acontece sin apelaciones. No hay un trasfondo ético ni moral en el acontecimiento terrible del relámpago del fenómeno. No lo hay porque el phainomenon es la evidencia de que nos mueve, vitalmente, la razón y la emoción en su providencia bóvedal, deslizada sutil y frenéticamente en el umbral de la decisión del hombre.

El fenómeno es un aparecer: ¿qué puede aparecer? ¿qué es un aparecer? En el mundo material aparece la energía de la naturaleza: ella misma, en lo que sabemos y en lo que no sabemos, se hace aparecer; ya sea porque se precipita como gotas de lluvia, ya sea porque el clima es propicio para que se forme un ciclón o porque las burbujas de un refresco emergen para hacerse perceptibles, observables, el fenómeno dinámico del mundo natural inexpugnablemente aparece.

El aparecer de este mundo natural es por su propia cuenta; no depende de nuestra voluntad, es casi indiferente a nuestro propio fenómeno. En el mundo natural, la energía del aparecer es una consecución de condiciones que permiten que la energía natural se desencadene; depende del ambiente, depende del medio en que la energía se mueve y se abre paso. Un aparecer, por tanto, en este energizante mundo natural, es la expresión unitaria de las condiciones del medio que hacen posible que un ambiente se modifique, virtud de la energía depositada en su acontecimiento.

Mas el fenómeno del Ser Axiático, es un aparecer plástico, dinámico, intempestivo, problemático, radical, a veces demostrativo, otras, oculto. Este aparecer no depende de otros, ni del medio, no tiene energía interviniente del mundo natural. Sin embargo, este aparecer depende de la superficie del mundo abierto y eternamente insondable para manifestar su aparecer. Curioso; el aparecer axiático depende de esta superficie por la cual es en el todo; necesita de ella para ser un estrepitoso aparecer.

El aparecer del Axis es la expresión bóvedal del ancla del cuerpo, es obra del que tiene poder de presencia, hablada o callada; el aparecer del hombre es una estética del poder quedar en la realidad, es aparecer metafísico. Es la obra del que está vivo.

El fenómeno del que vive en el mundo, es el aparecer que conmueve voluntades y sentimientos en una acción donde el permanente desarrollo dinámico de interversión consciente o no de la realidad, constituye el único suceso seguro y radical donde el ser del Axis se contempla así mismo y a los semejantes en el franco existir.

Este crudo phainomenon axiático, finalmente, es el que inicia portentosamente, admirable y épicamente el camino de la construcción del habitar del mundo en sus muchos senderos, pues todo fenómeno humano se realiza en este mundo como fundamentos de habitaciones. El phainomenon, en esta rúbrica, ahora en la desazón, también, en su realidad de ser construye destrucción. El Axis, en su suscitación fenómetica existencial, arquitectura inteligencia de destrucción, obras de remoción de fundamentos consolidados, habitares recurrentes y sistémicos. Verán aquí el desencadenamiento del phainomenon fáctico que cambia, en su consecución histórica, el rumbo del mundo existencial humano. 

De la existencia

Hablamos pues de un fenómeno existencial que inunda la abundancia del todo en el mundo. Sabemos ahora a qué nos referimos con el término fenómeno. ¿Pero qué es el discurso de la existencia en esta conversación?

Si el fenómeno es un aparecer radical que queramos o no interviene laberínticamente la realidad, nuestra realidad, nos preguntamos pues acerca de la existencia: ¿qué es el existir, en tanto que existir?

No existe pues el fenómeno por una dimensión, y el existir por otro: se trata del fenómeno-existencial como condición de la unicidad. Si algo existe, tiene expresión fenómetica. Si hay fenómeno, hay existencia. Claro está, lo anterior suscrito al ámbito de las cosas humanas, en tanto que humanas.

El existir del Ser Axiático ciertamente es un existir humano y en su virtud, clama el hombre por su existencia en un mundo que no advirtió su habitación. Clama el hombre, porque estar y ser en el mundo es crudo; clama el hombre, porque el fenómeno de su existencia es tremendo, es profundo. Clama el hombre porque en la crudeza se encuentra solo, acompañado, pero al fin y al cabo él mismo frente a sus propias calamidades y grandezas. Crudeza colosal, es la constante del enfrentamiento axiático en un mundo que le permite ser en el fenómeno de su existencia.

¿Qué significa el término crudo en esta conversación? Que el hombre se halla a sí mismo arrojado en un mundo que en su situación de superficie donde acontece fácticamente su existencia, la encuentra sin la suficiente maduración.

¿Un mundo inmaduro?  La realidad es cruda, no es ideal, tampoco perfecta, pues no hay perfección ideal en donde se espera que la obra humana consolide la construcción del mundo propio y para los otros. El mundo, deja de ser sólo mundo natural y se convierte en un mundo arquitectónico, cuando el Ser Axiático obra, ahora, para madurar la crudeza del mundo dado.

La obra fenómetica existencial consolida lo que el mundo como arquitectura, no puede por sus propias condiciones hacer madurar: En efecto, en el mundo natural maduran los frutos, madura todo lo que crece en la tierra y por la tierra. Pero el ser humano, por sus obras, por la voluntad de existir, siembra y cosecha lo que cultiva en su habitar con el mundo, pero más maravillosamente, con su prójimo. La sociedad axiática es en su conjunto una obra por el cual maduran y se desarrollan las problemáticas del hombre y lo ponen frente al mundo y su propia historia como un obrero que trabaja y custodia su obra mundante.

¡El ser humano hace madurar la obra del mundo! ¡Porque es su obra!

Existir en tanto que existir.

¿Cuál es el sentido de esta frase para el oro? El sentido es, en la existencia humana, un hallarse en el sentido de un propósito, en el sentido de una obra. Porque si todas las cosas son para nosotros, estímulos, deseos, sueños, sentires, acciones, acceso poético o impensado a una realidad ¿qué sentido tiene que todas esas cosas tengan para nosotros aquella consecución en su es? Es que sólo en el hombre todas esas cosas son aprehensión de realidad en un sentido íntimamente sentiente. Sentiente en el acceso de la inteligencia humana, que quiere y debe obrar gracias a las muchas cosas que aparecen en el horizonte del mundo. ¡Existir, en tanto que existir!

Existir, es haberse dado racioemocionalmente al sentir que nos abre a la comprensión de que tiene sentido el estar aquí, por la razón fundante que sea, nos hallamos en el arrojo, sorprendidos, en la gratitud o en la angustia, de ser seres que sufren y se alegran en la crudeza del mundo. ¿Qué cosa más magnifica? Sólo nosotros reflexionamos y caemos en la cuenta de que estamos aquí, en el ahora de nuestros haceres, llamados a hacernos cargos de nuestro propias causas.

Existir, es saberse interventor, creador, obrero en el mundo.

En la interversión, el hombre siempre desliza su presencia o su mentalidad afectante, meticulosa y estratégica para disimular su presencia interventora, pues la oculta intencionalmente para no exponerse como autor de un desagravio. No hay más moral en la interversión que la moral del que interviene; así pues, también, no hay más ética en la intervención, que la estética, de las imágenes, luces y sombras, del que queda en su aquí y en su ahora, aquí mismo donde se yace flagrante el que quiere intervenir.

¿Qué es entonces el aspecto creador del que existe? El hombre axiático, el existente, el fenómeno existencial, es en su virtud interviniente, porque vive, hace y deshace a voluntad, conforme a sus sentimientos, a su razón, a su emoción, un ser que crea. Y aquí su creación tiene infinitudes de formas en la realidad, en su propia realidad.

El hombre pues es un ser creador: crea a partir de su existencia situación tras situación, por su situación, estimula a otros a situarse, conforme la situación se desarrolle e involucra a semejantes con semejantes; es lo que llamo el transcurso de los haceres. Un hacer, sea cual sea el hacer, constituye una creación.

El Axis crea en su potestad interventora muchas cosas; su inteligencia fluye como una mano que saca de la bóveda aquellas ideas que calzan solidariamente con el mundo y en otras, ideas que nada tienen que ver con el resguardo de ese mundo que intervenido ha de ser por las creaciones cósicas del hombre. La intervención creadora es constante, es real, es finita tal y como lo es su mano progenitora.

De categorías y nous

Las categorías binarias no están en este libro en discusión crítica, sino en conversación. Intentar, por lo tanto, ilusamente, destruirlas, es una soberana estupidez. De aquí en adelante pondré en tela de juicio no a las categorías propias de nuestro ordenamiento racional primario, sino a las categorías reflexivas que nos alejan del estar en el mundo, por un insostenible “estar en el cielo”.

En algún momento estaremos pues en el cielo. Una nueva tierra será el cielo.

Y, sin embargo, ¿qué hacemos con el ahora terrenal?

Occidente [5] es sin duda una cultura de las categorías, de la razón pura [6]. No de la inteligencia pura, menos del nous. Occidente ha estado deambulando en un crítico vaivén de la razón categorizante; impersonal, desviada, de dos caminos separados.

No obstante, el Ser Axiático debe ser puro en la inteligencia sentiente.

La inteligencia pura, o nous, representa la viveza de la experiencia refrescante en el descubrir. La razón pura, en tanto, representa la sumisión a las ciencias que buscan afirmar lo patente. Es como cuando en el colegio te enseñan de ciencias sin realizarlas; es la pura rutina del que lee sin sentir lo que lee; es un leer y un dormirse a los cinco minutos.

En el colegio nos enseñan una cultura de las categorías, pero no nos enseñan el sentido de estar vivo y concebirse responsable del mundo que estamos, todos, queramos o no, consolidando. ¡Enseñen a los jóvenes una ciencia del nous!

¿Qué es esto de la inteligencia pura del nous? Es una actitud innata, diáfana, que presenta casi como abanico de potencialidades a la inteligencia, las oportunidades de poder crear. Me refiero más bien a un estado de consciencia que nos orienta a salir de las confusiones artificiales de la urbe capital para encontrar en el a través, en la filosofía primera, un camino por el cual nos acostumbremos a la diáfana luminosidad del nous.

Entenderán pues, que, como toda luminosidad, enfrentarse a este modo de producir la vida corpo-espiritual, es a primeras, una catastrófica ceguedad. Nadie puede ver fácilmente la luz sin antes acostumbrarse a ella. Se trata de un proceso de aprendizaje, de un vivir en lo cotidiano, pensante, pero a la vez, accionante.

Estar envueltos en la causa del nous es decidir radicalmente por un cambio de hábitos, de costumbres y actitudes. Implica el nous, para nosotros, realmente una rehabilitación existencial, donde nos desempolvamos de las oscuras capaz barrosas del vivir cotidiano que hoy por hoy direcciona el mundo técnico y sus cosas.

Con todo, el nous es una cualidad metafísica del Ser Axiático: es la cualidad direccionante determinada radicalmente a abrir el entendimiento con aquello que aparece ante nosotros, sea físico o diáfano. El nous es como un radar que rastrea el mundo y da la oportunidad al hombre para que, en su contacto, luego, inteligente, tome aquellos elementos que le permitan decir: ¡He creado algo relevante en el mundo!

¿Cómo sería una aproximación concreta del nous con la vida cotidiana de los seres axiáticos? Es, en la práctica, una educación de escuelas, donde lo fundamental es abrir, expandir y ejercitar el sentido de vivencia inteligente-sentiente que los seres humanos, como atributo espléndido poseemos. Formarse en el ámbito del nous es entenderse integrador de un complejo de realidad el cual aprehendemos en su talidad y en su crudeza, para luego por nuestra experiencia, por nuestro fenómeno de la existencia, hacer madurar. El nous es la mano que nace desde la bóveda y toca la realidad más sensible; es esa mano prudente que tiene contacto con el misterio y que, en su intrusión, estimula la inteligencia humana, estimula la potencia creadora del ser humano.

La inteligencia pura del nous es una ciencia educativa, formativa, que nos advierte en la mayéutica las cosas expuestas, de las ocultas, de las que escapan por su diafanidad a nuestra atención contingente. El nous, fuera del abstracto, es práctica.

El que practica está situado en la reflexión conforme se desarrolla la experiencia en la frescura del vivir; acontece su metódico conocer y entender, como proceso educativo de prudencia, de selección, de error, por cierto, pero de pronto aprendizaje. ¡No se trata de adorar el error! Por muy licito y común que sea. Aquí se trata de alabar la dignidad de ser un ser-humano creado por Dios y arrojado por él para conocer el mundo y obrar en su extensión. Definitivamente esa dignidad corresponde a que somos diferentes al resto de la creación y en nuestra diferencia axiática, es que nos encontramos y nos sabemos, portadores de especial consideración divina.

¿De qué práctica se trata? La música docta es tal vez uno de los últimos vestigios de la creatividad humana sensiblemente axiática, diáfana. En ella practicamos fervientemente el acceso, difícil y desafiante, fracturante, respecto de nuestra consciencia con aquello que nos mantiene anclados a pre-ocupaciones y afanes propios de las relaciones humanas del mundo técnico. ¡Allí donde no hay espacio vital para la reflexión!

En la formación nooética practicar significa, justo como en este preciso momento donde me encuentro escuchando sentidamente una obra de Jules Massenet, Meditación de Thais, me sumerjo en un escuchar sensible, rosando lo diáfano del sentido auditivo, pero al mismo tiempo cantando en el pensamiento porque la música, esta música, me ha abierto en una reflexión de lo humano, pero también de lo divino; mi consciencia está destrabada ya de los incesantes embates técnicos de la sujeción tecnológica virtual y por tanto, este acceso primario del nous, se debe consolidar en breve en la consumación del que meditó y cambió.

Pasa exactamente lo mismo con el Tercer Acto y final del Anillo de los Nibelungos de Richard Wagner, justo cuando el movimiento indica la Inmolación de Brunilda, mis reflexiones, al son del sentiente momento donde música, pensamiento, el espíritu y el cuerpo se unen en la unicidad del todo para cambiar los hábitos superfluos de la adicta manipulación del mundo técnico, me encuentro solo, abierto en la prudencia del que experimenta la profundidad del sentirse vivo, justo como ahora, cuando camino y muevo mis manos en la emoción a flor de piel, pero también en la razón del que se sabe gustoso, en el júbilo, porque he de cambiar, en una lucha radical, aquello que es causa de error e indignidad. ¡Eso es el nous purificador! Es el comienzo de una consciencia de la divinidad.

Así como Wagner, me siento conmovido por Vivaldi, por Bach, por Beethoven, por Tchaikovsky, por Mahler y tantos otros que, con sus aportes artísticos, me desafían a seguir sosteniendo las sutilizas diáfanas de la reflexión axiática, en la música docta, porque me permiten crear con aquello que el nous me ha presentado en la inteligencia sentiente.

¿Cómo es que las dimensiones concretadas por nuestra existencia llegan a ser dispuestas ante nosotros mismos?

¿Existe eso que refiero como el ser de la inteligencia? ¿Tiene la inteligencia un modo de ser?

De ninguna manera me refiero al ser de la inteligencia como algo “puesto allí”; algo que uno pueda apuntar y decir “allí va la inteligencia”. Desde luego que cuando me refiero al ser de la inteligencia, sin mediar abstracciones idealistas, quiero concentrarme en el carácter misterioso del fenómeno existencial del hombre en su apertura decidida al descubrimiento.

Es cierto que el hombre aprehende las cosas para categorizar, para ordenar, para hacer coherente el sentido de estar enfrentándose a las cosas reales en un mundo de realidad abierto a la existencia. ¿Pero cómo ocurre esa categorización? ¿Es acaso el acceso confrontacional del sentir humano un algo categorizado a priori? La metafísica occidental no en vano enfatiza la razón que categoriza; no en vano se apresura a bifurcar y derruir aquello del todo que es en una misma impresión de realidad, la realidad del todo que es en el uno. Ciertamente que no existe tal cosa como una realidad categorizada: lo que existe es una realidad del todo que efectivamente podemos categorizar, sin embargo, el acceso sentiente a esa realidad no es multidimensional —un sentir corpóreo y espiritual por separado—, sino que es unisiente trascendental.

¿Qué es esto de la unisiencia trascendental? Es el factor corpo-espíritu por el cual somos en una apertura aprehensiva histórica; es decir, somos seres ejéticos de memoria, de recuerdo profundo, siempre latente y potente. 

Es trascendental porque siempre somos acreedores de un legado, luego cada Axis deja una estela conforme su experiencia, un Legado que es frescura de letras y momentos para las generaciones. Esto es un intento de inmortalidad mientras nos sea posible perpetuar nuestra especie axiática.

¿Por qué? Porque radicalmente aquello que tiene la capacidad de manifestarse como fenómeno vivo, puede entonces conocer y entender, sentir, aquello que es lo vivo. El que vive aquí, puede ser trascendental, porque en su vivir, se mueve entre lo sabible y el misterio, pero en su existencia, no en su más allá o más acá, en su es, en-el-aquí. El ser obrante que es el Axis tiene esa naturaleza conocedora, rupturista, volcánica: él es el fenómeno existencial de lo sabible, él puede, como ningún otro ser viviente, conocer, entender, sentir y cantar expresamente aquello que es lo vivo.

Él está vivo.


Notas al pie

[1] Cráneo; cerebro; potencia metafísica.

[2] Consumación de la Idea a través del cuerpo.

[3] Aprehensión sentiente unitaria de realidad.

[4] Disposición activa respecto del querer conocer.  

[5] Lo que en nuestras conversaciones mayéuticas definimos como Occidente, corresponde a una matriz filosófica comprendida desde la metafísica clásica griega, hasta la escolástica. Justamente, en virtud, además, del apego necesario del cristianismo como expresión religiosa a esta cultura que se mueve entre teología judeocristiana y la emancipación religiosa.

[6] Del Idealismo alemán.

 
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